Era viernes y mi padre tenía un campeonato de billar el fin de
semana en Málaga. Me pidió que le acompañase al campeonato si quería, ya que mi
madre estaba de viaje con mi abuela y mi tía. Evadirme del mundo durante un fin
de semana, en un hotelito donde me dan masajes, hay spa y una habitación para mi
solita, pues de puta madre...
Decidí irme con mi padre, cargué el maletero del jaguar y le
pedí las llaves con una sonrisa de niña buena para llevarlo un rato cada uno. Mi
padre aceptó aunque algo reacio, pero me dejó las llaves y me dijo que lo
llevase con mucho cuidado.
Fuimos hasta un pueblo cercano a recoger a uno de sus
compañeros del equipo de billar que vendría con nosotros. Málaga nos pillaba a
unas dos horitas y media del pueblo y nos encaminamos para allá. Vicente,
policía local en su pueblo,el mejor amigo de mi padre desde que comenzó con el
billar, me conocía desde que nací. Me cuidaba como a su propia hija y le veía a
menudo ya que frecuentamos el mismo gimnasio.
Llegamos al hotel, me incorporé en mi habitación y ellos dos en
una doble. Me di una ducha y salí a llamarles, mi padre estaba cansado y decidió
quedarse durmiendo un rato. Invité a Vicente a que bajásemos a tomar algo a la
cafetería y así lo hicimos. Estuvimos tomando unas cañas los dos, y por la
ausencia de mi padre, pues debo reconocer que me estaba desviando de rumbo en
las conversaciones por los efectos del acohol. Vicente, cada vez que me yo
soltaba alguna de las mías miraba atónito por lo que estaba oyendo, para él tan
solo era una niña. Yo reía sin parar de todo y ya iba, digamos de alegrón porque
no iba borracha.
Nos acostamos y al día siguiente comenzó el campeonato. Sábado
por la mañana, me bajé un rato al gimnasio del hotel y luego me metí en el
jacuzzi mientras mi padre y su amigo jugaban al billar. En las últimas partidas
de la mañana me acerqué a verles jugar y estuve un rato mirando, ya que el
campeonato se jugaba cerca del hotel. Cuando terminaron la primera jornada, ya
clasificados como era de esperar de esos dos pedazo de billaristas, fuimos a
comer los tres. Estuvimos comiendo en un restaurante cerca de allí y hablando
sobre sus partidas.
Llegamos al hotel y me subí a mi cuarto, apagué el teléfono
móvil e intenté dormir un rato, a eso de los veinte minutos de estar
intentándolo, tocaron a mi puerta. Serían cerca de las cinco de la tarde, abrí
la puerta extrañada y... era mi padre.
-Nena, vamos ya para el campeonato que jugamos a las cinco y
media. Como se hará tarde porque yo juego de los últimos, Vicente que juega
primero vendrá a recogerte para ir luego a cenar- (me dijo)
-Vale papá- (respondí)
Vicente asomó un poco la cabeza por la puerta y me sacó la
lengua, realmente es muy gracioso y para mí como un padre. Aunque nunca he
llegado a verle el atractivo, todas las chicas dicen que lo es, pero no para mi
parecer.
A eso de las siete me bajé un rato al spa, al terminar mi
sesión de la cual me quedé bastante relajada, me encaminé a la cafetería del
hotel y al poco rato apareció Vicente. Se sentó conmigo y me dijo que mi padre
todavía estaba jugando pero que me preparase para irnos en poco tiempo. Subimos
para la planta de las habitaciones en el ascensor y Vicente no paraba de hacerme
cosquillas dentro de éste.
-¡Vicente para que me haces cosquillas!- (le dije)
Vicente reía sin parar de como me enfadaba yo porque me estaba
tratando como a una niña. Llegué a la habitación y se quedó mirándome hasta que
entré mientras sonreía, no sabía que le ocurría pero yo notaba sus miradas
diferentes a las de siempre. Parecía que estuviese intentando algo pero creía
que todo serían mis paranoias, jamás me tiraría a un tío como ése. Típico
cabrón, soltero con cuarenta y siete años, motero, policía y ... mmm, con un
cuerpazo. Se había tirado a mil tías, amigas de mi madre habían llorado por él
lo que por nadie y bueno... era un cerdo y lo sigue siendo.
A los diez minutos de estar en la habitación y todavía estaba
desnuda para entrar en la ducha, Vicente tocó a mi puerta...
-Paula, déjame un peine que no sé donde ha metido tu padre el
del baño de mi habitación- (me dijo)
Abrí la puerta entornada para que no me viese desnuda, asomando
tan solo mi cabeza. Vicente empujó la puerta con fuerza hasta abrirla y me cogió
fuerte la cara entre sus manos, sus dedos apretaban mis mejillas con fuerza y
empecé a tener miedo, no sabía que le pasaba. Llevaba en sus manos los grilletes
de policía y la porra escondidos detrás. Me tiró contra la cama cerrando de un
portazo y me ató a ella tapándome la boca con la mano que le quedaba libre.
-No te muevas Paulita, se nota que estás hecha una guarra y vas
a hacer lo que yo te diga- (me dijo en tono autoritario)
Me revolví como pude, intentando quitarmelo de encima, todo era
extraño y yo estaba totalmente acojonada. Me dió con la porra fuerte en el culo,
una y otra vez me pegaba.
-Ayer me di cuenta en la cafetería de que a ti te van demasiado
los rabos y hoy vas a comprobar lo que es un rabo de verdad, zorrón-
(prosiguió)
Con lágrimas cayendo de mis ojos sin parar, intentaba chillar
pero su mano me lo impedía. Me dejé llevar, sabía que me haría más daño todavía
si no le dejaba, así que me callé y le dejé hasta que pudiese encontrar algún
modo de salir de allí.
Me acarició con la porra todo el vientre, con sus asquerosas y
sudorosas manos iba bajando hasta mi rajita, a la par que acariciaba con la
porra mi cara en alguna ocasión y la acercaba a mi boca esperando que yo la
lamiese. Yo, apartaba mi boca con despecho y mucho asco. Bajó con la porra y me
la hincó sin previo aviso en el coño, me hizó casi llorar de lo que me dolió, no
podía con eso, era como perder la virginidad de nuevo. Y el muy cabrón bombeó,
bombeó con fuerza una y otra vez, mi coño le abría paso pero estaba muy seco,
aunque debo reconocer que se me iba mojando un poquito cada vez.
Cuando parecía que ya estaba más húmedo, Vicente la sacó y me
atizó en el hombro con la porra. Me mordió los pechos fuertemente dejándome
marcas y tiró la porra al suelo. Su polla estaba que ardía,era enorme y al
acercarmela notaba una dureza impresionante. Mi cuerpo todo marcado por los
golpes y todavía temblando por el dolor y el terror quería que parase ya.
-Te voy a sodomizar guarra, ¿sabes lo que es que te sodomicen?-
(me dijo escupiéndome en la cara)
-Sí-
-Claro que lo sabes, tu lo sabes todo porque eres una zorra y
estás deseando que te sodomice-
-No Vicente, déjame en paz y no diré nada-
-Cállate pedazo de guarra, esta gran polla te va a reventar el
culito ese que tienes tan bien hecho-
Se colocó de lado y me incorporó para que le diese la espalda,
con sus manos abrió mi culo haciéndome daño y la clavó estando el agujero casi
cerrado, me dolió un montón pero tenía que dejarme hacer, me apretaba fuerte y
sudaba sin parar, ufff, era asqueroso.Vicente me lo hacía con fuerza, se me
caían unos lagrimones impresionantes y mi ano estaba totalmente contraído. Me
azotaba fuerte el culo y me decía obscenidades, su vocabularío era insultante y
soez.
Después de un buen rato haciéndome daño, por fin se corrió. Me
llenó el culo con sus asquerosos fluídos y me puso el pene en la boca con todo
el mezclado que había quedado.
-Limpiamela- (me ordenó)
-Eres asqueroso Vicente- (dije llorando)
Me dió un tortazo sonoro dejándome una marca considerable en la
cara y chillé llorando. Vicente se puso de pie y se vistió de inmediato, cogió
sus cosas y se largó de la habitación. No sé si sintió miedo o qué sintió, pero
saliendo pidió perdón mil veces.
Me metí en la ducha llorando y con mucho asco en el cuerpo, me
frotaba un montón de veces los mismos sitios tirada en la bañera suplicando y
luego me puse el albornoz y me acosté en la cama todavía sintiéndome sucia.
A las dos de la madrugada abrieron la puerta de la habitación,
desperté asustada y miré el reloj. Vi a mi padre junto al botones, al parecer
había estado buscándonos a mí y a Vicente como locos. Ya que su amigo, había
desaparecido. Me abracé a mi padre como una niña diciéndole una y otra vez que
le quería. Al verme tan mal, decidió que volviesemos al pueblo aunque él no
sabía que había ocurrido. El campeonato no había terminado pero tuvieron que
prescindir de el cabrón de Vicente y de mi padre.
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